Templarios y Cataros y la gran herejía. La región del Languedoc, tierra no solo de romanos y merovingios, sino también de templarios, y sobre todo, de cátaros.
A principio del siglo XIII lo actualmente llamado Languedoc no formaba parte de Francia. Era un principado independiente cuya cultura y lengua guardaban más semejanzas con los reinos de la Península Ibérica.
En el Languedoc, donde florecían las artes y las ciencias al estilo de Bizancio, se practicaba una tolerancia religiosa que contrastaba con el fanatismo del resto de Europa.
A través del comercio marítimo mediterráneo y de los pirineos se introdujeron doctrinas islámicas y judaicas, al mismo tiempo que el catolicismo romano perdía devotos entre la población.
Ello formó un propicio caldo de cultivo para originar lo que a ojos de la Iglesia era la mayor y más peligrosa herejía de la cristiandad: el catarismo.
Los cátaros rechazaban la iglesia católica ortodoxa y aborrecían la misa. Repudiaban la fe, al menos en la concepción católica, e insistían en la gnosis como fórmula para el contacto directo y personal con lo divino, así que negaban la validez de todas las jerarquías clericales. También eran dualistas; pregonaban la existencia de dos dioses con una categoría comparable, uno maligno y otro benigno.
Para ellos, toda la creación material se debía al dios del mal, el Rex Mundi, y era intrínsecamente mala. Para la iglesia romana la doctrina cátara era sinónimo de herejía, pero lo más grave de todo era la actitud que tomaban ante el propio Jesús.
Los cátaros consideraban a Jesús un ser mortal que en nada se diferenciaba de los demás, que había muerto por sus propios pecados y no por la salvación de la humanidad. No había nada místico en él, nada sobrenatural ni divino. Y lo que es más, muchos cátaros dudaban de la crucifixión y se negaban a adorar la cruz.
Cátaros y templarios convivieron en la misma época, y aunque aparentemente y dadas sus creencias respectivas podríamos pensar a priori que ocuparían bandos enfrentados, conocemos suficientemente a los Templarios para no extrañarnos la posibilidad de un entendimiento mutuo. Ciertamente hay claros indicios de que unos y otros simpatizaron. Muchos templarios descendían de linajes cátaros, como el Maestre del Temple Bertrand de Blanchefort.
También es sabido que numerosos cátaros fueron acogidos en las filas templarías cuando se desató contra ellos la ira de Roma en forma de cruzada, e incluso se rumorea que muchos miembros del Temple del Languedoc profesaban la fe cátara y no la católica. Durante la «cruzada contra los albigenses», como fue llamada la represión de los cátaros, la postura de la Orden del Temple fue ostensiblemente neutral y, a veces, da la impresión de que empuñaron las armas en defensa de los herejes.
Jesús no murió en la cruz. En sus inicios, para expandirse y satisfacer al mundo romano que estaba acostumbrado a deificar a sus gobernantes, la Iglesia suprimió al Jesús histórico y se inventó al Jesús celestial que ha venido administrando desde entonces.
Entonces Jesús dejó de ser el depositario de la estirpe de David para ser Dios mismo encarnado. Ese parece ser el gran secreto de Rennes-le-Château. Y también algo que ya nos suena más familiar, a través de los Templarios y del Priorato de Sión, que estaba casado con María Magdalena.
Así lo recogen, además, varios textos evangélicos apócrifos. Esta teoría indica que Jesús, su esposa y al menos un hijo huyeron tras la crucifixión a un lugar en donde el paganismo les hiciera pasar desapercibidos. Y este lugar sería el Languedoc.
O como apuntan otros investigadores, quizás sus cuerpos fueron trasladados allí por los Caballeros del Temple desde Tierra Santa, en aquella exitosa misión que les encargara San Bernardo, pues hace unos años se produjo el descubrimiento cerca de Jerusalén de una cripta, verdadero panteón familiar, donde se hallaron seis urnas vacías que habían contenido los restos mortales de Jesús, María, José, María Magdalena, Tadeo (presumiblemente hermano de Jesús) y Judas, hijo de Jesús según reza la inscripción en la correspondiente urna.
Naturalmente, de ser cierto todo lo presente en Rennes-le-Château, las pruebas que allí se ocultarían, se echarían por tierra los dogmas del catolicismo en relación con la Asunción, Resurrección y Ascensión. Sería un terrible cataclismo para la propia Iglesia romana, que perdería toda su credibilidad.
No podemos dejar de preguntarnos si en las persecuciones que sufrieron cátaros y templarios, y que culminó con su destrucción por herejía, no estaba incluido la preservación de este secreto. Un secreto que hoy en día se hallaría en manos del Priorato de Sión, quien estaría esperando el momento oportuno para dar su golpe definitivo.
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Saludos de paz Muy interesante. . .los nuevos hallazgos de textos que describen la vida y hechos del Maestro Jesús vienen a esclarecer «verdades evidentrs»,al menos a los ojos de algunas sectas cristianias.Un posible giro en cuanto nuestra percepción y posibles aplicaciones de este conocimiento.
Un tema digno de mayor estudio y meditacion..
Gracias
Los Templarios, luego de la batalla de Muret, guiaron a los Cataros hacia todo el este de lo que hoy es España.