LAS LEYES TEMPLARIAS
Las leyes templarias son un vivir de día a día, porque la mayor parte de la humanidad está predispuesta a la sumisión. Gente inconsciente, completamente administrada. Quien ha entendido, ha entendido, no necesita consejos, ni leyes y quien no ha entendido, nunca entenderá.
No culpo a estas personas porque están estructuradas sólo para vivir. ¿Hogar significa simplemente vivir? Comer, beber, respirar, dar a luz, trabajar, mirar televisión, comer pizza los sábados por la noche, ir al juego. Su mundo termina ahí. No pueden percibir nada más.
En cambio, hay un grupo muy pequeño de seres humanos que son «defectos de fabricación»: han escapado del control de calidad de la línea de producción. Son pocos, son herejes, son Caballeros Templarios, son guerreros…
Si creemos que el universo no tiene sentido; allí será donde viviremos. Pero, si creemos que el mundo es nuestro y que el sol y la luna brillan para nuestro encanto, habrá alegría sobre las montañas y gozo en los campos, porque nuestro artista interior glorificará la creación.
La vida nos enseña que siempre hay que volar alto. Más alto que la envidia, más que el dolor, la maldad, más alto que las lágrimas, los juicios.
Siempre hay que volar alto, donde algunas palabras no puedan ofendernos, donde algunos gestos no puedan herirnos, donde algunas personas nunca puedan llegar.
Templario y Caballero respeta tu propio ritmo, tu propria ley, el espacio sagrado que obra en tu corazón, porque es ahí donde mora tu »Maestro». Respeta el ritmo de los demás, porque cada cual danza y baila su propia música, su propia vida…
La persona que actúa con sencillez y humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene la necesidad de estar recordándoles constantemente a los demás sus éxitos y logros… mucho menos los usa para pisotear a las personas animales o la misma naturaleza.
Caballero y Templario, guerrero escucha la ley de tu corazón, esta ley templaria que te dice al oído que la armadura no estará completa y un Templario no estará listo para ir a la batalla sin un arma. El Señor nos ha provisto con el arma que necesitamos para luchar contra las artimañas del enemigo y es con la espada del Espíritu: la Palabra de Dios.
En hebreos 4:12 el autor describió la Palabra del Señor como viva y poderosa; y más afilada que cualquier espada de dos filos. Incluso en ese tiempo en que Satanás estuvo tentando a Jesús, Él, el Mesías, usó la Palabra de Dios para combatir cada uno de los ataques del demonio. Siempre debemos equiparnos con la Palabra del Señor y meditar en ella día y noche, en el ritmo de nuestro corazón. Eso nos protegerá y nos alejará de los golpes y ataques del enemigo.
Templario y Caballero estas son las cuatro leyes templarias de la espiritualidad, que corazón nos le indica siempre:
La primera ley dice que la persona que llega es la persona correcta, es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.
La segunda ley dice que lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido. Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el: «si hubiera hecho tal cosa hubiera sucedido tal otra…». No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.
La tercera ley dice que en cualquier momento que comiences es el momento correcto. Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará.
Y la cuarta y última ley es que cuando algo termina, termina… Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto, es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.
No es tan difícil reconocer algo valioso, cuando lo encuentras no brilla, llena, porque ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado…
Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro. Lo que poseen los demás nos tiene que dar igual, lo importante es lo que nosotros somos.
Deja que se descomponga en la tierra lo que se tiene que descomponer, que se derrumbe en tu camino lo que se tiene que derrumbar, que se rompa en la distancia ya sea cerca o lejos de ti lo que se tiene que romper.
No puedes evitar lo inevitable, porque solo sirve para alargar el dolor que tarde o temprano será necesario atravesar. Muy al contrario, saca fuerzas del mínimo aliento, al igual que lo hace el corazón para contraerse, fertiliza la tierra con los restos que te queden y humedécela con tus lágrimas.
Solo así podrás escarbar y removerla, sacar las viejas y vanas raíces y de nuevo realizar una nueva siembra.
Permite que todo lo que tiene que perecer, perezca, para que pueda volver a nacer lo nuevo, porque la vida siempre se abre camino, según nuestro corazón que siempre alberga las leyes templarias.
Templario y Caballero, jamás pares de aprender porque la vida no para nunca de enseñar, para mayor gloria de Cristo, nuestro Señor.
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