Ricardo Corazón de León

Ricardo Corazón de León

Ricardo Corazón de León. La leyenda ha mitificado la figura de Ricardo I de Inglaterra, un monarca que prácticamente no pisó su país y que dedicó su vida a la guerra en Francia y en Oriente.

¿REY VALIENTE O SOBERANO CRUEL Y AMBICIOSO?

Ricardo Corazon de Leon

Ricardo I, rey de Inglaterra, duque de Aquitania y de Normandía, entre otros títulos, es uno de los personajes más controvertidos de la Edad Media. Su vida estuvo cuajada de guerras, intrigas y aventuras que discurrieron entre las verdes colinas de Francia y las tórridas arenas de los desiertos de Oriente. Fue príncipe, caballero, trovador, amante, rey y héroe, para acabar convirtiéndose en protagonista de las más atractivas leyendas del Medievo.

Más conocido como Ricardo «Corazón de León», es recordado como un soberano fabuloso que abandonó su reino para luchar en las cruzadas, y regresó a él para recuperarlo ante la ambición de su hermano Juan sin Tierra. La imagen que el cine y la literatura han ofrecido de Ricardo Corazón de León es la del monarca que vuelve a un reino abatido por los abusos y el mal gobierno para imponer la justicia y restaurar el bienestar del pueblo, donde sólo algunos leales, como el semilegendario Robín Hood, mantienen viva la fe en su monarca durante su ausencia. Pero ese rey es un personaje inventado.

El príncipe valiente

Es difícil perfilar con precisión la verdadera personalidad de Ricardo I, pues durante su vida los cronistas manejaron su biografía según los intereses que los movían. Ricardo fue el tercer hijo varón de dos formidables personalidades: el ambicioso y vital Enrique II de Inglaterra y la incansable y hermosa Leonor de Aquitania. Nació́ en el palacio real de Beaumont, en la ciudad de Oxford, el 8 de septiembre de 1157. Por su puesto en el orden sucesorio apenas tenía posibilidades de reinar, pero la muerte de sus dos hermanos mayores lo alzó al trono de Inglaterra. Antes se había convertido en conde de Poitiers y señor de Aquitania, por deseo expreso de su madre la reina Leonor, que siempre lo consideró como su hijo predilecto. En 1189, Corazón de León heredó la corona de Inglaterra, que ostentaría hasta su muerte el 6 de abril de 1199. Murió́ sin hijos y fue sucedido por su hermano, el taimado Juan sin Tierra.


Pero,¿ cómo fue realmente Ricardo Corazón de León? ¿El rey caballeresco y noble, de recia personalidad y profundas convicciones, que dibuja la leyenda, o el monarca fútil, mediocre, inane y veleidoso que presentan algunos libros de historia? Desde luego, el aspecto físico de Ricardo debió́ de ser imponente: alto, aunque no en demasía, de cabello rojizo, ojos azules, rostro leonino, y cuerpo recio y poderoso (aunque en sus últimos años, al regreso de las cruzadas, engordó demasiado y se convirtió́ en un hombre obeso).

Su aspecto debió ser imponente: alto, tenía un cuerpo recio y poderoso, rostro leonino, ojos azules y pelo rojizo

Nada se sabe de su infancia, que transcurrió́ junto a su madre, la brillante Leonor, en una corte rodeada de poetas exquisitos, de trovadores que cantaban al amor y a los placeres, y de nobles y damas apasionados por la moda del amor cortes. Apenas tenía diecisiete años cuando su padre encarceló a Leonor en una prisión de Inglaterra, y Ricardo, privado del apoyo de su madre, se vio inmerso en las endémicas disputas familiares de los Plantagenet, sumidos en una vorágine de guerras feudales en las que los nobles batallaban entre sí y se aliaban a favor o en contra de sus soberanos, todo ello en medio de la tensión entre Francia e Inglaterra por el dominio de Aquitania, el Poitou, Bretaña, el Vexin y Normandía –territorios que comprendían la mitad de la actual Francia.

Ricardo Corazon de Leon

En esos años, entre 1174 y 1189, Ricardo se formó́ como un formidable guerrero, y adquirió́ fama de soldado invencible cuando en 1178, con veintiún años, dirigió́ el asalto y conquista del castillo de Taillebourg, que se consideraba inexpugnable. Era un príncipe y gobernaba la rica Aquitania, pero ambicionaba más. Ocluido por la amplia sombra de su padre, sabía que en sus circunstancias no era sino una pieza más del rompecabezas político en que se había convertido Europa occidental. Enrique II acordó́ con Luis VII de Francia el matrimonio de sus respectivos hijos, Ricardo y Aélis, para sellar un acuerdo de paz que pusiera fin, o al menos tregua, al enfrentamiento entre ingleses y franceses. Aélis era una niña cuando se trasladó́ a la corte de Enrique II, quien la convirtió́ en su concubina, en un acto verdaderamente escandaloso. Más tarde, Ricardo se negaría a contraer matrimonio con su prometida, alegando que había sido desflorada por su padre, el futuro suegro, que la había tenido como amante durante años. Es probable que este comportamiento –que hoy calificaríamos de auténticamente pedófilo– de Enrique con la novia de su hijo Ricardo influyera en la inclinación sexual de este último.

Odios familiares

Desde luego, el linaje de los Plantagenet no constituía una familia modélica. Enrique II, el soberano patriarca, se había casado con Leonor, once años mayor que él, tras separarse esta de Luis VII de Francia, y había ganado la corona de Inglaterra con tesón y habilidad política. Había concebido diez hijos con Leonor, a la que había encarcelado, y había disfrutado de numerosas amantes, entre ellas la pobre Aélis. Hombre libidinoso y autoritario, se había empeñado en crear un imperio en el que sus hijos gobernarían los diversos estados en tanto él actuaría como un verdadero emperador, por encima de sus vástagos.

El padre de Ricardo, Enrique II era un hombre autoritario y libidinoso que tuvo numerosas amantes, entre ellas la prometida de su hijo cuando era sólo una niña.

Leonor era brillante y rebosaba energía; hija y heredera del duque Guillermo X de Aquitania y nieta de Guillermo el Trovador, se había educado en la refinada y sutil corte de Poitiers, en la que los placeres eran por sí mismos un objetivo. Duquesa de Aquitania, reina de Francia primero y de Inglaterra después, pasó quince años de su vida encerrada en un castillo ingles por orden de su propio esposo. Los hijos de ambos, ambiciosos, egoístas y caprichosos, configuran un mosaico de personalidades diversas. Enrique el Joven, el primogénito, fue coronado rey de Inglaterra por su padre, pero vivió́ amedrentado por este y envidiando a Ricardo, que pese a su condición de segundón podía gobernar sus propios Estados con cierta autonomía. Juan sin Tierra fue coronado rey de Irlanda en 1185, pero siempre se mantuvo a la sombra de sus hermanos, aunque sin dejar de intrigar cuanto pudo con y contra ellos. Los demás hermanos maquinaban en silencio para ganarse un puesto al sol, en tanto las hermanas se convertían en meras piezas de cambio en los pactos políticos de sus padres a través de enlaces matrimoniales con príncipes de Francia, Aragón o Castilla.

El apodo de «Corazón de León»

Sobrevivir en esas circunstancias ya era todo un éxito, y Ricardo lo logró con creces. El 6 de julio de 1189 Enrique II murió́ tras ser herido en el transcurso de uno de los enfrentamientos que mantuvo con su hijo Ricardo, en ese momento aliado con el rey Felipe Augusto de Francia. Ricardo se convirtió́ en rey de Inglaterra y su primera decisión fue liberar a su madre Leonor del cautiverio. Esta decidió́ llevar el cuerpo de su esposo a la abadía de Fontevraud y allí́ acudió́ también Ricardo, quien, según relatan las crónicas, no sintió́ la menor emoción ante el cadáver de su padre.

Sello

Ya convertido en rey, sus antiguos enemigos, como el famoso caballero Guillermo el Mariscal, le juraron fidelidad, y se ganó́ el apodo de «Corazón de León», símbolo de valor, dignidad y poder. Fue el noble y belicoso Bertrán de Born, su enemigo antaño, quien escribió́ un poema en el que identificaba a Ricardo con un león y a Felipe de Francia con un cordero. Ricardo se mostró́ generoso con todos y organizó su coronación solemne como rey de Inglaterra en la abadía de Westminster, en una ceremonia fastuosa a la que vetó la asistencia de judíos y de mujeres. ¿Fue una muestra de su supuesta tendencia homosexual?

De Jerusalén a la cárcel

En julio de 1187, tras la victoria de Saladino, el gran caudillo del islam, en la batalla de Hattin, Jerusalén cayó en manos musulmanas. El fin del dominio cristiano en Tierra Santa parecía próximo. Pero ahí́ estaba Ricardo, dispuesto a acudir a una nueva cruzada y «liberar» Jerusalén. Para él, las cruzadas eran una ocasión única de conseguir gloria y fama, la máxima ambición de todo caballero medieval. Partió́ en el verano de 1190, aliado con Felipe de Francia, no sin antes romper su compromiso con Aélis. Seguía soltero y sin hijos; por ello, su madre se presentó́ en Sicilia con la princesa Berenguela de Navarra, con quien se casó́ en mayo de 1191 en Limassol, tras la conquista de Chipre.


Ya en Tierra Santa logró varias victorias contra los musulmanes, una de ellas encabezando personalmente el ejército, en Jaffa. Pero nunca se enfrentó́ cara a cara con Saladino y no pudo recuperar Jerusalén. Regresó a Europa disfrazado de mercader, pero en el camino, en las afueras de Viena, fue identificado por un anillo de oro y encerrado en una prisión durante más de un año. De nuevo acudió́ su madre Leonor a salvarlo. La reina logró reunir la enorme cantidad solicitada por su liberación, y Ricardo quedó libre para regresar a sus dominios y hacerse cargo de sus estados.

Ricardo Corazon de Leon

Siguió́ guerreando sin cesar y en una batalla librada en Grisors en 1198 tomó el lema «Dieu et mon droit», algo así́ como «Dios y mi voluntad», en francés, divisa que ocho siglos después sigue siendo la leyenda heráldica del escudo de los monarcas de Inglaterra, pero en la lengua de Francia. Murió́ cinco años después, de resultas de una infección provocada por un flechazo en un hombro que recibió́ mientras planeaba el asalto al castillo de Châlus. Sus entrañas fueron enterradas en Aquitania y su cuerpo recibió́ sepultura en Fontevrault, en la región de Anjou, junto al de su padre, donde años después también reposaría el de Leonor. Pero su corazón –el corazón de un león– fue depositado en la catedral de Rúan.

Retrato de Ricardo Corazón de León por Merry-Joseph Blondel en el siglo XIX.

Tumba de Ricardo en la Abadía de Fontevrault, en Francia.

Ilustración del siglo XIII que muestra a Ricardo I siendo ungido durante su coronación como rey en la abadía de Westminster, Londres.

Estatua ecuestre en bronce de Ricardo I realizada por Carlo Marochetti y situada en palacio de Westminster de Londres.

Gran Sello Real de 1189 con el rey Ricardo I.

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