«Processus Contra Templarios»

En el duro «Processus Contra Templarios» el Papa Clemente V, «después de meses de duras batallas políticas, comprendió que para salvar a la Iglesia de un posible cisma era necesario sacrificar a los templarios».

¿Sacrificar el Temple para salvar a la Iglesia?

Jacques de Molay

Las llamas que abrasaron vivo en 1314 al Gran Maestro Jacques de Molay no lograron destruir ni el mito ni el prestigio de los Templarios, cuyo proceso-farsa volverá con fuerza a la actualidad el próximo 25 de octubre cuando el Archivo Secreto Vaticano publique las actas originales, extraviadas a causa de un error en el siglo XVII y descubiertas en el 2001 por la investigadora Bárbara Fraile. El volumen «Processus contra Templarios» incorpora documentos originales que han sobrevivido 700 años, un período de tiempo que muy pocos archivos en el mundo sueñan siquiera alcanzar.

Siguiendo procedimientos que hoy se llamarían estalinianos, el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, torturó, obligó a confesar y asesinó en la hoguera a los principales jefes de los Templarios, logrando hacerse con su inmenso patrimonio territorial, inmobiliario y bancario. Pero la historia no perdona, y la publicación de las actas del proceso volverá a mostrar la injusticia cometida por el monarca aprovechando la debilidad de un papa francés, Clemente V, que residía en Avignon y se doblegaba demasiado a las indicaciones del rey.

Al mismo tiempo, sacar a la luz la injusticia del proceso que justificó la decisión de Clemente V de suprimir la histórica orden militar abre las puertas a una posible reconstitución, no ya para fines bélicos sino al estilo de otras grandes órdenes militares que han sobrevivido hasta nuestros días: la Orden del Santo Sepulcro y la Orden de Malta, nacida en el hospital de San Juan de Jerusalén junto al Santo Sepulcro, mientras que la de los «Pobres compañeros de Cristo» se creó en el Templo de Salomón, en la actualmente llamada «explanada de las mezquitas».

El famoso «viernes y 13» que pasaría a ser símbolo de días aciagos tuvo lugar el 13 de octubre del 1307 con un golpe de mano que incluyó el arresto simultáneo de los principales caballeros. El rey les había convocado en París el 12 de octubre para los solemnes funerales de su cuñada Catherine de Courtenay, y al amanecer del día siguiente asestó el golpe definitivo en la capital y en todos los rincones del reino.

Más que un proceso, lo que se desencadenó fue una avalancha de torturas salvajes contra los caballeros, que eran a la vez monjes y soldados, obligándoles a confesar los delitos más viles y precisamente los más contrarios a los ideales por los que se jugaban la vida: blasfemia, sacrilegio, sodomía y complicidad con los musulmanes.

Felipe IV el Hermoso presentó ante los tribunales de la Inquisición acusaciones tan falsas como escabrosamente detalladas que, como era de esperar, fueron consumidas ávidamente por la opinión pública y le permitieron no sólo consumar el despojo, sino presionar tanto a los tribunales como al Papa y a otros monarcas europeos que terminaron sumándose al saqueo de los despojos, con las honrosas excepciones de Escocia y de Portugal, donde los Templarios pasaron a llamarse «Orden de Cristo».

El manuscrito perdido en el siglo XVII y que ahora se hará público en una cuidadosa edición de sólo 799 ejemplares, es el llamado «papel de Chinon» por haber sido escrito en Chinon, diócesis de Tours, los días 17 al 20 de agosto de 1308. Se trata de un pergamino de grandes dimensiones redactado por los tres legados del Papa que formaban la comisión investigadora especial sobre los Templarios: los cardenales Berenguer Fredol, Étienne de Suisy y Landolfo Brancacci.

manuscrito

+++Las actas de los largos procesos que tuvieron que afrontar el gran maestre del Temple, Jacques de Molay, y los principales dirigentes de la orden se encontraban celosamente guardadas. La verdadera estrella es el Folio de Chinon, el pergamino papal olvidado durante siglos y que descubrió por casualidad, archivado en otro departamento, la historiadora Barbara Fraile. El pergamino, fechado en el castillo francés del mismo nombre y sede de los juicios en 1308, se puede consultar en esta página web: http: //asv.vatican.va/es/doc/1308.htm.

El documento recoge la petición del Papa Clemente V de absolver a Jacques de Molay, y, sobre todo, niega las acusaciones de traición, herejía y sodomía que crearon la leyenda negra de los miembros del Temple. Aunque de nada sirvió la absolución papal, porque Felipe el Hermoso consiguió en 1312 que el Concilio de Vienne decretara en la práctica la disolución de la orden y el 18 de marzo de 1314, Molay y los suyos acabaron quemados a la hoguera.

El pergamino comienza así: «En el nombre de Dios, amén. Nosotros, por misericordia divina cardenales Berengerario (…) Achileo (…) y Landolfo (…) comunicamos a quien vea el presente y público documento lo que sigue». El documento revela que, ante las acusaciones del Felipe el Hermoso, «el mismo Pontífice, queriendo conocer la pura e íntegra verdad», ordenó a esos cardenales «interrogar uno por uno» a los templarios.

Los purpurados cuentan cómo se produjo el interrogatorio del hermano Molay, «el 17 de agosto del año tercero del pontificado del papa Clemente V en el castillo de Chinon». «Molay dijo que habían pasado 42 años desde que en Beune, en la diócesis de Autin, fue acogido como hermano de la orden por el caballero templario Hubert de Perraud (…) y que éste, antes de ponerle el manto, le mostró la imagen de una cruz, le dijo que renegase del Dios que se encontraba en ella y que le escupiese», se lee en el Folio de Chinon.

Pero, cuentan los cardenales, «no escupió sobre la cruz sino al suelo y afirmó que renegó de Dios sólo con palabras y sin intención». «Interrogado cuidadosamente sobre la acusación de sodomía, sobre los ídolos con forma de cabeza y sobre los besos inmorales, dijo que no sabía nada», aseguraban los purpurados.

«Interrogado sobre si había confesado estas afirmaciones por petición, dinero, gratitud, simpatía, miedo, odio o instigación contra alguien o ante la posible tortura, dijo que no», añadían. Los representantes del Papa señalaban que el gran maestre «repudiaba cualquier herejía y pedía humildemente el beneficio de la absolución».

Ante estas declaraciones, los tres cardenales pidieron para Molay, en nombre del Papa, «la absolución» y recomendaron acogerle «en la unidad de la Iglesia y restituirle a la comunión de los fieles y a los sacramentos». Una absolución que finalmente no sirvió para nada, pero que rehabilita en la historia el nombre de los Templarios y de su gran maestre.

proceso a los templarios

El «Processus contra Templarios» se presentó nada menos que en el Aula Vieja del Sínodo, una histórica sala del Palacio Apostólico del Vaticano, donde se reunían durante siglos los obispos hasta que se construyó el Aula Nueva del Sínodo en uno de los espacios libres de la modernísima Aula Nervi, uno de los emblemas de la arquitectura del siglo XX en el pequeño Estado Vaticano.

Aunque sigue llevando el sugestivo nombre de «Archivo Secreto» en lugar de «Archivo de Estado», el secretismo brilla por su ausencia en el archivo más antiguo del mundo, ahora disponible -los hermosos frescos de las salas y pequeños facsímiles de los principales documentos-

La presentación del «Processus contra Templarios» incluye un despliegue de primeras figuras que van desde el medievalista italiano Franco Cardini, quien está a punto de publicar «La tradición Templaría», hasta el arqueólogo y novelista Valerio Massimo Manfredi, autor de «best-sellers» de divulgación histórica. En declaraciones al diario «La Stampa», Cardini subrayó que Clemente V «disolvió la orden, pero nunca la condenó». Sabía que el proceso era una farsa.

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