Proceso a Los Templarios
En el proceso de los templarios Guillaume de Nogaret ,este es otro malvado prácticamente desconocido para el gran público. Pero si les digo que fue el artífice de la caída de la Orden del Temple, ya sabrán por dónde van los tiros.
Nogaret parte de ser un sujeto muy inteligente, era el típico malvado de despacho, o sea, de los que son capaces de lo que sea con tal de llegar al poder y, una vez instalados en el mismo, asentar su poderío pasando por encima de quien hiciese falta.
Como digo, era inteligente, taimado, astuto como una serpiente y absolutamente fiel a su rey, Felipe IV de Francia.
Obviamente, su fidelidad inamovible era la única forma de ganarse la confianza del monarca para escalar puestos hasta convertirse en su sombra y, además, el hombre dispuesto a realizar el trabajo sucio a fin de seguir medrando y tener cada vez más poder. Tipos así se han visto a montones en la historia, pero éste siempre me ha llamado la atención porque fue capaz de acabar con la todopoderosa orden a base de urdir engaños, manipular testigos y fabricar pruebas falsas contra ellos, lo que tratándose nada menos que de la orden militar más poderosa de Francia, por no decir del mundo, no era moco de pavo. Veamos de forma resumida sus andanzas…
Nació hacia 1260, en el seno de una familia de cátaros. En 1287 se doctoró en Derecho en la universidad de Montpellier, y su incuestionable capacidad como jurista le permitió intervenir en pleitos de categoría entre la nobleza y la Iglesia, lo que le llevó, en 1293, a entrar directamente al servicio de la corona como juez real de la senescalía de Beaucaire-Nîmes.
Desempeña este cargo un par de años hasta que, en 1295, pasa a formar parte del consejo real. Es a partir de ese momento cuando empieza una imparable escalada hacia el poder absoluto, solo por debajo del ejercido por el rey.
La ocasión se le presentó a raíz de los conflictos entre Felipe IV y el papa Bonifacio VIII. A grosso modo, la disputa surgió debido a que la corona, siempre endeudada, obligó al clero de sus dominios a pagar impuestos, de los que estaban exentos. El Vaticano se opuso a esta medida y tras varios años de pleitos, bulas y amenazas, el 12 de marzo de 1303, Felipe IV acusa al papa de asesinato, sodomía, idolatría, herejía y simonía, y ordena su detención y traslado a París para ser juzgado.
Obviamente, el rey francés carecía de toda potestad para juzgar al papa, por lo que éste preparó una bula que lo excomulgaba y eximía a todos sus vasallos del juramento de fidelidad prestado a su persona. Así pues, redactó la bula Supra Petri solio, que sería publicada el 8 de septiembre de 1303.
Pero justo el día antes, Nogaret se presentó en la residencia papal de Agnani, una ciudad del Lazio donde estaba la residencia veraniega del pontífice, acompañado de entre 1.500 y 2.000 mercenarios y del mayor enemigo del papa: Sciarra Colonna, el cual había pasado encarcelado varios años en las mazmorras pontificias (el papa era de la familia Gaetani, enemigos de los Colonna), y se la tenía jurada.
El papa recibió a sus enemigos plantado en su trono con todos los atributos de su rango, lo cual no fue impedimento para que Nogaret lo apresase y Colonna le soltase una brutal bofetada con su mano enguantada en hierro. A tamaña humillación hay que sumar el que Nogaret tuviese a Bonifacio tres días a pan y agua y que sus hombres de armas lo sometiesen a todo tipo de burlas y vejaciones. Sólo pudo escapar cuando la población se levantó en armas y Nogaret tuvo que poner tierra de por medio.
Pero Bonifacio, al parecer del berrinche monumental que se llevó por el ultraje, perdió la razón y murió un mes después en Roma. Con eso concluía la disputa entre el Vaticano y Felipe IV, ya que el sucesor de Bonifacio, Benedicto XI, levantó el entredicho al monarca, si bien se negó en redondo a hacer lo mismo con Nogaret y con Sciarra Colonna. Al parecer, eso no sentó nada bien al regio consejero, que lo mandó envenenar y murió tras un breve pontificado de apenas ocho meses.
Felipe IV colmó de honores a Nogaret por su «hazañas», y su estrella refulgía cada vez más. En 1306 ideó un nuevo plan para llenar las arcas regias que, como siempre, estaban vacías. Esta vez fue contra los judíos, a los que se expulsó y expolió sin más miramientos.
Pero el golpe definitivo llegó en 1307 cuando preparó su más sonada y maquiavélica conspiración: acabar con el Temple y apoderarse de sus inmensas riquezas.
Tras una cuidadosa elaboración del plan y recién nombrado Guardasellos Real, Nogaret lo dispuso todo para que el viernes, 13 de octubre de 1307, a la hora de laudes (sobre las 6 de la mañana) comenzase el principio del fin de la orden.
Previamente, había enviado a todos los senescales y prebostes del reino instrucciones selladas con la orden expresa de no abrirlas hasta la víspera de ese día a fin de que no hubiese filtraciones que comprometiesen el éxito de la operación.
Y debieron hacerle caso porque todas y cada una de las encomiendas del Temple cayeron como gazapos en manos de los hombres de armas del rey.
El mismo Nogaret se encargó personalmente de arrestar al gran maestre, Jacques de Molay, y a todos los que se encontraban en la sede del Temple de París, incluyendo a Godofredo de Charnay, comendador de Normandía, y el visitador general Hugo de Payraud.
El mismo Nogaret digirió los interrogatorios en los que se acusaba a los templarios de todo lo habido y por haber: escupir sobre la cruz, sodomía, herejía, idolatría, adoración al diablo, etc., etc., etc. Con el final de la orden, la corona no solo vio engordadas enormemente sus arcas, sino que se libraba de golpe de las cuantiosas deudas que tenía contraídas con ellos. Muerto el acreedor, finiquita la deuda.
Finalmente, en 1308 procesó a Guichard, obispo de Troyes, por brujería y fornicación a modo de amenaza hacia el timorato papa Clemente V por sus dudas acerca del proceso a los templarios. La orden, tanto en cuanto dependía exclusivamente del papa, no podía legalmente ser liquidada sin su pleno consentimiento.
La estrategia surtió efecto, e incluso logró el perdón papal del enojoso asunto de Agnani en 1311 si cumplía como penitencia ir a las Cruzadas, peregrinar a Tierra Santa y a Santiago de Compostela, cosa que no cumplió porque murió entre marzo y mayo de 1314, al parecer envenenado.
Dicha creencia proviene de la crónica de Jean Desnouelles, que dejó escrito que murió sacando la lengua de una forma horripilante.
Al parecer, la instigadora pudo ser Mahaut de Artois, en venganza por los sucesos de la Torre de Nesle, que acabaron con el encarcelamiento de sus hijas Blanca (posteriormente ejecutada en secreto), por adúltera, y Juana, por cómplice, y la ejecución pública de los hermanos Gualterio y Felipe de Aunay, que osaron poner cuernos en testas regias.
Aunque la denuncia de estos hechos partió de la hija del rey Felipe, Isabel de Francia, cabe suponer que Nogaret estuvo en el ajo.
Como hemos visto, Guillaume de Nogaret se asemeja bastante a nuestros modernos trepas de hoy día, esa casta de «políticos» que son capaces de violar a su abuela en el altar de la iglesia con tal de medrar y, sobre todo, tener poder.
Son eficaces instrumentos del estado para eliminar a quien haga falta, recurriendo a lo que sea y de la manera que sea: son manipuladores, demagogos, mentirosos, cínicos, sin escrúpulos éticos ni morales.
Igual que el Temple se convirtió en una pesada carga para la corona, hoy podría serlo para el estado un banquero, un político o un empresario. Para quitarlos de en medio solo hay que leer las actas del proceso a los templarios y adecuarlas a nuestros días.
CURIOSIDADES
Al parecer, el envenenamiento de Nogaret se llevó a cabo de una manera muy sutil. Sobornaron a su proveedor de velas para que, a una de ellas, la impregnara con un veneno conocido como serpiente de faraón, un tósigo compuesto a base de sulfocianuro de mercurio.
Al arder en la vela se producen unos vapores impregnados en mercurio y cianhídros que producen la intoxicación y, a continuación, la muerte. Algo muy desagradable, me temo.
Según la leyenda, Nogaret, junto con Felipe IV y el papa Clemente, fueron maldecidos desde la hoguera por Jacques de Molay para que comparecieran ante Dios antes de un año. La maldición se cumplió puntualmente.
Primero murió Nogaret, al cabo de pocos días de la ejecución. El papa Clemente, al cabo de un mes, y el rey Felipe IV en noviembre de ese mismo año, 1314, como consecuencia de un derrame cerebral mientras cazaba.
La tradición del viernes trece como día de mal augurio en el mundo anglo-sajón proviene precisamente del día de la semana en que fueron apresados los templarios.
El verdadero nombre de Sciarra Colonna era Giacomo. Sciarra era un mote que en lengua vulgar significaba pendenciero, peleón. Hizo gala del mote soltándole un bofetón a nada menos que el papa.
Debido a que Nogaret jamás cumplió la penitencia impuesta por el papa para que se le levantase el entredicho que pesaba sobre él desde lo de Agnani, la anatema papal se fue transmitiendo a sus sucesores (al parecer, las excomuniones son hereditarias mientras un descendiente no cumpla la penitencia).
En 1870, siendo papa Pío IX, se personaron en el Vaticano dos ancianas, las últimas descendientes de Nogaret. Se habían enterado del tema de la excomunión y querían saber si, cumpliendo ellas la penitencia, se les levantaría el entredicho. El papa las eximió y anuló la excomunión.
Cuando las tropas de Nogaret irrumpieron en los aposentos papales en Agnani, todo el séquito pontificio huyó de la sala. El único que permaneció en todo momento junto a Bonifacio fue el cardenal español Pedro Rodríguez, titular de la basílica de Santa Sabina, en el Aventino.
La intención de Colonna era la de matar allí mismo al anciano papa. Sólo la autoridad de Nogaret pudo impedirlo ya que su intención era trasladarlo a Francia para ser juzgado. Como hemos visto, la población de Agnani acabó por evitarlo.
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