El Reino de Dios(1)

El Reino de Dios

Templarios y caballeros, ¿Qué entendemos por el Reino de Dios? Esa pequeña semilla de la que nos habla el Señor, o la levadura que fermenta la masa es la labor a desarrollar por nosotros los creyentes.

No significa que los seres humanos, en masa, se van a convertir y se inaugurará el «Reino de Dios» en la Tierra.

El reino de Dios ha de comenzar por cada uno y en ese árbol o ese pan, hemos de cobijar, o dar alimento; a todo el que busque la Verdad. Es labor nuestra. Somos auténticos «vicarios» de Cristo y hemos de administrar los bienes que Él ha depositado en cada uno de nosotros.


Lejos han quedado los «vicarios oficiales». Han renunciado voluntariamente a su misión convirtiéndose en divulgadores de doctrina falsas y transformando la autenticidad del Evangelio de Dios.

Caballeros y Templarios, ¿Qué haremos nosotros, los creyentes, los fieles? ¿A quién acudiremos, si sólo Nuestro Señor tiene palabras de vida eterna? No nos dejes Señor, la situación es muy confusa y tremenda.

Templarios y caballeros, hermanos, unidos hemos de estar, como nuestros antepasados, siempre vigilantes y espadas en alto.

En primer lugar, debemos reivindicar lo de la palabra «deudas» que nos han robado del Padre Nuestro. A Dios no tenemos capacidad de ofender, pero sí, a través de los hermanos. Así pues, volvamos a lo que Cristo nos enseñó: «Perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, porque el perdón nos acerca a los hermanos y, por ende, a Dios nuestro Padre.

Pero la justicia humana, también ha de ser semejante a la de Dios que es «justo y misericordioso». Esto siempre que reconozcamos nuestras faltas y volvamos a Él nuestro corazón. Pero fijaos con qué maldad actúa el maligno a través del mundo.

La justicia humana no se parece en nada a la de Dios. El perdón humano, menos aún. El Señor enviara a los malvados con los verdugos y a la condenación eterna; porque hay «pecados contra el Espíritu Santo» que no podrán ser perdonados.


Es el reino de Dios y Dios no sería Dios si eso fuese así. Pero eso es lo que pretenden, que dejemos a Dios arrinconado en nuestras vidas. Un corazón contrito y arrepentido, Dios no lo desdeña; de ahí a alabar a los perversos, hay un abismo.

Templarios y caballeros nos hace falta leer y releer las escrituras. El texto de hoy del Eclesiástico, no tiene desperdicio. Oremos y perdonemos y no guardemos rencor a nadie. El rencor no hará que nuestra alma descanse en paz. Pero esa maldad y ensañamiento sin arrepentimiento por el mal causado; eso no se puede olvidar.

Caballeros y Templarios somos cristianos y hemos nacido para la lucha. La lucha manifestada de mil formas: con la espada de la palabra, la coraza del amor, el manto blanco de la pureza de intenciones, y si llegase el momento con nuestra sangre y nuestras vidas.

Así ha ocurrido a través de los siglos. El Temple es un buen ejemplo. Por eso hermanos estemos unidos en la paz y el bien y hagamos la verdadera evangelización, la que Cristo nos mandó: non nobis, non nobis Domine, para mayor Gloria de Nuestro Señor.

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