El Enigma del Origen de la Orden
Lo cierto es que, el enigma del origen de la Orden del Temple, pese a lo que diga la ortodoxia histórica, sigue siendo un misterio, o mejor expresado, un conjunto de misterios. En los libros generalistas se lee que fue Hugo de Payns quien inspiró y creó la Orden como una especie de policía especializada en proteger a los peregrinos que visitaban Jerusalén, y más concretamente el Santo Sepulcro.
Pero podemos hacernos muchas preguntas. ¿Lo hizo este caballero con la anuencia de su Señor el conde? ¿La idea salió de él o del conde, o del maestro Bernardo? ¿Qué papel tuvo en todo el monje Esteban? ¿Realmente era una misión piadosa de policía? ¿Buscaban algo más? ¿Quién le ordenó u orientó a Hugo de Payns a buscar alguna cosa en el vientre del Templo de Salomón? ¿Tiene que ver en todo este asunto la lucha cósmica entre el Bien y el Mal?…
El enigma del origen de la Orden del Temple supera a los piadosos caballeros francos que, tras la primera cruzada, querían proteger el Santo Sepulcro y a los peregrinos que deseaban visitarlo. Los primeros pasos, o reuniones, que darían como fin la creación de un grupo de caballeros-monjes, tenemos que buscarlos en la creación de la Orden del Cister, como una extensión de la Orden de san Benito, que deseaba una vida de pobreza, austeridad y renuncia; pero a la vez, un conocimiento del Secreto que, de alguna manera, se le estaba escapando a la jerarquía eclesial.
Tres personajes son principales en esta trama (en esta rama de la trama que, en realidad, es un árbol frondoso) Bernardo, Esteban y Alberico, todos ellos monjes destacados del nuevo Cister y avezados en diversos conocimientos filosóficos, religiosos, espirituales y mágicos.
Esta parte de la historia suele despistar a los ortodoxos que ven en la Orden de caballería templaría sólo un proyecto guerrero de caballeros deseosos de aportar su espada al nuevo Reino de Jerusalén.
Pero lo cierto es que, si Bernardo fue el ideólogo que, no sólo concibió la nueva milicia de Cristo, no es menos cierto que él bebió de sus hermanos Alberico y, sobre todo, de Esteban, quienes, muy posiblemente, tenían conocimiento del Secreto intemporal, de los antiguos egipcios, y que con la Orden templaría, vería de nuevo la Luz en la construcción de las Catedrales góticas auspiciadas por la Orden.
Pero, además, el ideal de estos destacados monjes no sería sólo la salvaguardia y difusión general, para todos, del Secreto (aunque manteniendo las reservas necesarias) sino la creación de una auténtica nueva sociedad, basada en el Humanismo cristiano, muy alejada de la ortodoxia de Roma y de sus acólitos episcopales, y donde tuviera cabida principal el ecumenismo real de las distintas religiones, místicas y mágicas conocidas…
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