La Cruzada de los Niños

La cruzada de los niños. Dé verdad participaron niños en las cruzadas?

La Cruzada de los Niños. Según la tradición, un ejército de niños puso a rumbo a Jerusalén para liberarla del islam a principios del siglo XIII. ¿Qué motivos hay para creer que es cierto?

El tema ha sido objeto de controversia entre historiadores durante decenios, y continúa sin llegarse a un acuerdo. Mientras unos afirman que las cruzadas de los niños existieron, otros aseguran que se trata de una invención de la Iglesia.

Por desgracia, las fuentes históricas que tratan el asunto no son concluyentes. Elizabeth Hallam, autora de Chronicles of the Age of Chivalry (Crónicas de la Edad de la Caballería), explica: “Las duras condiciones del campesinado medieval fueron la fuente de una serie de movimientos de masas: miseria absoluta y aspiraciones religiosas fabulosas inspiraron a los participantes a abandonar sus casas por una causa imposible”.

Con ello se refiere tanto a las cruzadas de los niños como a las de los pastorcillos, que se habrían originado en Europa en el verano de 1212 y en la primavera de 1251 respectivamente. Según Hallam, sus protagonistas tuvieron un final trágico: “Se les unieron individuos criminales y antisociales, y todo terminó en una orgía de violencia, destrucción y desesperación”.


Numerosos testimonios históricos confirman la existencia de las cruzadas de los pastorcillos. En cambio, en lo relativo a las de los niños, las fuentes son tan escasas y contradictorias que los historiadores se confiesan incapaces de confirmar o desmentir si tuvieron lugar.

En un ensayo dedicado a la búsqueda histórica del flautista de Hamelín, What Happened to These Children’s (Qué pasó con estos niños), el investigador James P. O’Donnell dice: “En el año 1212 tuvo lugar uno de los sucesos más aterradores y espantosos en la historia de la Edad Media […]. Inspirados y caldeados por las proezas de la caballería, unos 50.000 niños de Francia y Alemania se pusieron en marcha a pie para liberar la irredenta Tierra Santa”.

El final de la historia tampoco es feliz, según O’Donnell: “La gran mayoría nunca regresó; los más afortunados se ahogaron en el Mediterráneo, los restantes fueron secuestrados por tratantes de esclavos y vendidos en Egipto”. El investigador afirma asimismo que, muy probablemente, esta presunta cruzada infantil dio origen a la leyenda del flautista de Hamelín.

La Cruzada de los Niños
El Flautista de Hamelín

Otros autores, sin embargo, como el filósofo alemán de la Ilustración Gottfried W. von Leibniz, sugieren que dicha leyenda de la cruzada delos niños se debe en realidad a una epidemia de tarantismo (supuesta enfermedad medieval, producto de la superstición).

De acuerdo con esta versión, se denominó “baile de san Vito” al tarantismo porque innumerables hordas de niños, que iban de un pueblo a otro danzando enloquecidamente, buscaban la capilla de San Vito con la esperanza de curarse. Pero ni aquellas convulsiones en grupo contaron con un líder flautista ni tampoco parece que tuvieran que ver con la presunta cruzada.

Textos más recientes cuentan que hubo grupos de vagabundos que, huyendo de la peste negra y de la miseria, deambularon por Europa hasta asentarse finalmente en zonas poco pobladas del este. En todo caso, resulta imposible discernir cuánto de estas historias es cierto y cuánto producto de la fantasía, la superstición o, incluso, el equívoco.

Destacan dos episodios, uno francés y otro alemán, en esta amalgama de fuentes sobre el tema. Las abundantes coincidencias entre ambos han hecho pensar a algunos expertos que debieron de ser originados por una misma realidad histórica, aunque es muy posible que los distintos cronistas que registraron ambos relatos bebieran de una misma fuente: la obra The Children’s Crusade (La cruzada de los niños, 1871), del clérigo neoyorquino George Zabriskie Gray.

En todo caso, el contexto en el que supuestamente tuvieron lugar los hechos de la cruzada de los niños es el mismo en las dos versiones. Tras el fracaso de la tercera cruzada, con la que no se logró tomar Jerusalén, la cuarta en 1204 se desvió de su objetivo y acabó con el saqueo de Constantinopla. Aun así, cuatro años después todavía no había desaparecido el entusiasmo popular por la causa, y el papa Inocencio III aún promovía las cruzadas activamente.

La cruzada francesa

La interpretación de la historia más conocida y mejor documentada hace referencia a un pastor francés llamado Étienne, de doce años, natural de la aldea de Cloves, cercana a Chartres. Según parece, poco después de haber presenciado la procesión anual de San Marcos en abril de 1212, Étienne tuvo un encuentro con un peregrino que afirmaba haber regresado de Tierra Santa.

Tras informar al niño de los desastres allí acontecidos, el peregrino le reveló que era Jesucristo en persona y le encargó que predicara a los niños franceses, animándoles a emprender una nueva cruzada. El peregrino prometió a Étienne que su ejército infantil conseguiría llegar adonde no habían llegado los cruzados adultos. Asimismo, el presunto Jesucristo le entregó una carta para el rey Felipe Augusto, en la que se le solicitaba ayuda para organizar una nueva cruzada a Tierra Santa.

Respecto a este encuentro, las fuentes que cita Gray se dividen en dos vertientes. Unas apuntan a que todo el episodio fue una visión del joven en estado de trance, mientras que otras afirman que el encuentro fue real, y que el peregrino en cuestión era un cura disfrazado. En el segundo caso, el sacerdote se habría hecho pasar por Jesucristo porque, sabiendo del fervor religioso del niño, encontró en él un instrumento adecuado para poner en marcha una nueva cruzada.

De un modo u otro, Étienne entregó la carta al rey en Saint-Denis, cerca de París, pero en el camino fue reclutando a miles de voluntarios para su causa. No hay certeza de si el niño se personó ante el monarca, aunque sí se sabe que este consultó el asunto con la Universidad de París. Al dictamen de los doctos siguió un edicto real: los niños debían regresar a sus casas.

Algunos lo hicieron, pero el entusiasmo por llevar a cabo el proyecto de cruzada no dejó de crecer. Fuera o no fomentado y manipulado por el clero, lo cierto es que muchos niños campesinos que no tenían nada que perder se adhirieron a la noble causa. Según algunas crónicas, no faltaron chicas disfrazadas, así como adultos y probablemente algún sacerdote. Pero sobre todo hay consenso en que se apuntaron vagabundos y chusma de todo tipo, con la aviesa intención de robar y pervertir a los jóvenes.

El lugar de partida del inmenso contingente de personas, unas treinta mil, fue Vendôme, ciudad cercana a Blois. De París habían llegado al menos la mitad de ellas. En junio de 1212 el improvisado ejército se puso en marcha hacia Marsella por el valle del Ródano. Más que un héroe, el joven líder empezaba a ser considerado un santo. Sin embargo, la falta de provisiones para alimentar a tanta gente durante un viaje tan largo fue una grave fuente de problemas.

A pesar de la simpatía que despertaba la causa de estos pretendidos cruzados, iban sembrando el pánico por las poblaciones por las que pasaban. Llegaron a recorrer unos quinientos kilómetros en un mes, pero unos diez mil de ellos, incapaces de soportar el calor y las penalidades del viaje, perecieron o regresaron a sus casas. Y los que llegaron a puerto no lo tuvieron más fácil.

La promesa de Étienne de que las aguas del mar se abrirían a su paso, como había sucedido con Moisés en el mar Rojo, no se cumplió. No obstante, dos mercaderes, Hugues Lefer y Guillaume Leporc, se ofrecieron a llevarles a Palestina en siete barcos. Cinco mil de los cruzados aceptaron la oferta y abandonaron Francia. No volvió a saberse de ellos hasta 18 años después.

Al parecer, un sacerdote que había regresado del norte de África contó que él había sido uno de los peregrinos. Explicaba también que, poco después de haber embarcado en Marsella, dos de los barcos se habían estrellado en la costa de Cerdeña, y que en el naufragio se perdieron más de mil vidas.

Después, cuando los cinco barcos restantes alcanzaron la costa africana, se descubrió que los mercaderes que habían organizado el viaje se dedicaban a la trata de esclavos, y los niños fueron vendidos como tales.

La cruzada alemana

La segunda historia sitúa el origen de los hechos en Alemania. Estos habrían tenido lugar más o menos en el mismo período que la cruzada del niño francés. Numerosas crónicas cuentan que hordas de jóvenes y niños se formaron en diferentes localidades y se dirigieron al sur, siguiendo el curso del Rin. Su líder se llamaba Nikolaus y tenía diez años.

El muchacho era de Colonia, y al igual que Étienne, también era pastor. Ahora bien, en ninguno de los dos episodios está claro que estos niños fueran tan niños. Algunos eruditos han señalado que la palabra puer significaba “chico” o “muchacho” en el latín medieval, y que incluso podía designar a un hombre joven (sobre todo si carecía de tierras y era de baja extracción).

En aquella época, en esta cruzada delos niños, estos jóvenes no tenían nada que perder, pero sí mucho que ganar, si tenían suerte a la hora de lanzarse a la aventura. Nikolaus predicó la cruzada en las calles de su pueblo, explicando que el objeto de la misma no era luchar contra los sarracenos, sino convertirlos a la fe cristiana. Según algunas fuentes, habría conseguido captar más seguidores que Étienne, unos cincuenta mil entre niños y vagabundos, que también habrían ido acompañados de algunos sacerdotes.

En este caso se formaron dos grandes grupos. El primero de ellos tomó la agreste ruta de los Alpes, y el segundo, una más larga aunque menos accidentada. En los dos casos el viaje resultó muy duro, en gran medida porque dependían de la caridad. Además, en ningún pueblo era posible acomodar ni alimentar a tanta gente. El grupo alpino estaba compuesto por 20.000 peregrinos, pero en el camino muchos murieron de inanición y otras calamidades.

También hubo secuestros en los lugares por los que pasaron, aunque el tramo más arduo fue la travesía por los Alpes hacía el puerto de Génova (Italia). Solo 7.000 consiguieron llegar, incluido el propio Nikolaus. El joven alemán, al igual que Étienne, había prometido a sus seguidores que, al llegar al mar, este se abriría para dejarles pasar. Cuando el milagro no se produjo, muchos integrantes de la cruzada de los niños decidieron regresar a sus casas.

Según algunos cronistas, parte del contingente se dirigió a Roma con el fin de que el papa les dispensara del voto que habían hecho de liberar Tierra Santa. Otros autores cuentan que el pontífice les convenció de la imposibilidad de su empresa y les ordenó que regresaran a sus hogares. Pero también hay quienes aseguran que dos barcos partieron llenos de peregrinos en dirección al Nilo y que nunca más se supo de ellos.

En cuanto a lo que ocurrió con el segundo grupo, el que tomó la ruta más larga, hay aún menos datos. Se cree que, una vez que consiguieron llegar a Italia, fueron recibidos con mucha hostilidad. Según las escasas fuentes que tratan el tema, muchos de los peregrinos fueron asesinados, y otros, vendidos como esclavos. Los dos o tres mil que consiguieron llegar a la costa del Adriático y embarcarse de camino a Tierra Santa se esfumaron sin dejar rastro.

La cruzada de los niños ¿Realidad o ficción?

Resulta evidente que en los dos casos se trata de la misma historia ,de este cruzada de los niños, aunque con leves variaciones. Sin embargo, discernir si los hechos que inspiraron los dos capítulos fueron reales o ficticios no es una tarea sencilla.

“Una hipótesis reduccionista alternativa es que todo el episodio fue un montaje de la Iglesia católica con la intención de avergonzar a los adultos, para que tomaran parte activa en el rescate de los Santos Lugares”.

De ser así, se trataría de una trama planificada de antemano, aunque los autores lo descartan: “Esta teoría no se sostiene, habida cuenta del fracaso de la Iglesia para ayudar a los niños a lo largo de la ruta o para darles la bienvenida cuando alcanzaron el Mediterráneo”.

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