¿Existe realmente el Priorato de Sion? De acuerdo con la historia «oficial» del Priorato de Sión contenida en sus archivos, los Dossiers Secrets, la Orden de Sión, fundada en 1090 en Tierra Santa por Godofredo de Bouillon, quien tomó Jerusalén en 1099.
Tras rendirse esta ciudad a los cruzados, Godofredo ordenó la construcción de la Abadía de La Señora del Monte de Sión, que fue edificada sobre las ruinas de la antigua iglesia bizantina localizada fuera de las Lilas de Jerusalén, al sur de la Puerta de Sión.
Esta abadía alojó a una orden de canónigos agustinos que servían como consejeros a Godofredo y quienes, tal y como cuentan los documentos del Priorato, se involucraron secretamente en la creación de los Caballeros Templarios en 1118, para servir a orden de Sión en lo militar y como brazo administrativo.
En 1152 un pequeño contingente procedente de la Abadía de Nuestra Señora del Monte de Sión acompañó al rey francés Luis VII de vuelta a Francia tras la Segunda Cruzada instaló en Saint-Samson, en la ciudad de Orleans. Una selecta sección de este grupo fue alojada en el «pequeño priorato del Monte de Sión», en las cercanías de Saint-Jean Lanc, a las afueras de Orleans. De acuerdo con los documentos del priorato, este fue el inicio de la orden secreta que comenzó a ser conocida como Priorato de Sión.
Los Caballeros Templarios y el Priorato de Sión actuaron conjuntamente hasta que una controversia entre ambas ordenes dio como resultado una escisión oficial entre las dos órdenes en Guisors, Normandía, en 1188, conocida como la «Tala del Olmo».
La situación derivaría en que la Orden de Sión se trasladaría a Francia, abandonando a los Templarios a su suerte, sus pupilos y protegidos hasta la fecha. La ruptura de relaciones se simbolizó mediante la tala de un olmo de ochocientos años, en la ciudad de Gisors. A partir de ese momento, la Orden de Sión cambió su nombre por el de Priorato y se dedicó a sus propios objetivos. Pero… ¿de qué objetivos se trataba? Supuestamente, la misión del Priorato consistiría en proteger un gran secreto relacionado con los descendientes de la dinastía de los reyes merovingios y restaurar en la monarquía de Francia a uno de sus miembros. Su legítima descendencia, que se cree extinguida, habría sido demostrada por unos pergaminos descubiertos en el pueblecito francés de Rennes-le-Château. Este descubrimiento, constituye en sí mismo un complejo enigma.
La Casa Merovingia
El comportamiento del Priorato de Sión, por lo que deja entrever en sus publicaciones, parece obedecer a un calendario cuidadosamente preciso y planificado desde hace largo tiempo. Dan a entender que son los custodios de un secreto de importancia capital, del que tendrían pruebas irrefutables. Se trataría de algo que los hace sumamente especiales y que reviste su misión de un halo de atrayente misticismo. Hay tradiciones que dan gran importancia a María Magdalena, de quien se nos dice que tras la crucifixión de Jesús llega a las Galias escoltada por José de Arimatea y portando el Santo Grial. Según lo que podemos extraer de la concepción del Priorato, María Magdalena sería la esposa de Jesús, y cuando viajó lo hizo embarazada o acompañada de su progenie. Naturalmente aquí el término “Santo Grial” debe comprenderse en el sentido de Santa Sangre, es decir, como la descendencia física de Jesús, que se trasladó a las Galias y se continuó allí
El linaje de Cristo se perpetuó en secreto en Francia hasta que, en el siglo V, dio un paso osado al emparentarse con sangre real francesa, iniciando un linaje conocido como la Casa Merovingia. Los merovingios fundaron París. Esa es una de las razones por las que la leyenda del Grial es tan importante en Francia. Muchas de las misiones vaticanas para encontrar el Santo Grial eran en realidad búsquedas encubiertas para erradicar a los miembros de la familia real. El rey Dagoberto fue aquel rey de Francia que apuñalaron en el ojo mientras dormía. Finalmente asesinado por el Vaticano y por Pipino de Heristal, que estaban confabulados, a finales del siglo VII. Con el asesinato de Dagoberto la dinastía merovingia casi desaparece. Por suerte, su hijo, Sigeberto, logró escapar secretamente al ataque y perpetuó el linaje, que más tarde incluyó a Godofredo de Bouillon, fundador del Priorato de Sión.Una hermandad secreta
El Priorato de Sión lo fundó en Jerusalén un rey francés llamado Godofredo de Bouillon, en el año 1099, inmediatamente después de haber conquistado la ciudad. Ese rey tenía en su poder un importante secreto, un secreto que había estado en conocimiento de su familia desde los tiempos de Jesús. Temeroso de que se perdiera a su muerte, fundó una hermandad secreta —el Priorato de Sión— a la que encargó la misión de velar por él transmitiéndolo de generación en generación.
Durante sus años en Jerusalén, el Priorato tuvo conocimiento de una serie de documentos enterrados debajo de las ruinas del templo de Herodes, construido a su vez sobre otras más antiguas, las del templo del rey Salomón. Según creían, esos documentos confirmaban el secreto de Godofredo y eran de una naturaleza tan explosiva que la Iglesia no pararía hasta hacerse con ellos. El Priorato juró que, por más tiempo que les llevara, debían recuperar aquellos papeles y protegerlos para siempre, logrando así que la verdad no se perdiera. Supuestamente, durante siglos, el Santo Grial, cajas que contenían documentos antiguos y unos restos humanos, fue el mayor secreto del Priorato y de su paradero nunca se dejaba constancia escrita.
Por motivos de seguridad, se transmitía oralmente a los nuevos senescales en una ceremonia clandestina. Sin embargo, en cierto momento del siglo pasado, empezaron a surgir rumores de que la política del Priorato había cambiado. Tal vez fuera a causa de las nuevas tecnologías, que permitían interceptar conversaciones, pero al parecer juraron no volver a pronunciar el nombre de aquel lugar sagrado. El moderno Priorato de Sión tiene una misión trascendental con una triple responsabilidad. La hermandad debe proteger los documentos del Sangreal, hacer lo mismo con la tumba de María Magdalena y, por supuesto, debe nutrir y proteger el linaje de Jesús, es decir a los pocos miembros de la dinastía merovingia que han sobrevivido hasta nuestra época. Además, debe presentar ante el mundo los miles de documentos antiguos como pruebas científicas que demuestran la falsedad de los testimonios que aparecen en el Nuevo Testamento. Para poder transmitirse el secreto entró en juego la clave de bóveda. Cuando uno de los cuatro miembros más destacados moría, los otros tres escogían de entre los escalafones inferiores a un candidato para ascenderlo a senescal. En vez de decirle dónde se escondía el Grial, le planteaban unas pruebas mediante las que debía demostrar al superarlas o no, si era o no merecedor de aquella dignidad.
Ese tipo de pruebas estaban a la orden del día en las sociedades secretas. Las mejores conocidas eran las de los masones, y con ellas sus miembros ascendían a niveles más altos, si demostraban que eran capaces de guardar un secreto, y practicar una serie de rituales y pruebas de mérito que duraban años. Las pruebas eran cada vez más duras a medida que ascendía y si las superaba, el candidato alcanzaba hasta el grado trigésimo segundo de la masonería. La clave de bóveda era una de esas pruebas. Si el senescal propuesto lograba abrirla, se hacía digno de recibir la información secreta.
Los Grandes Maestres del Priorato tenían también que haber sido prominentes figuras públicas con sensibilidad artística. Buena prueba de ello había quedado demostrado hacía unos años con el descubrimiento, en la Biblioteca Nacional de París, de unos papeles que pasaron a conocerse como Los Dossiers Secrets. No había historiador especializado en los templarios, ni apasionado del Santo Grial, que no los hubiera leído. Catalogados bajo el código 4° lm1 249, los dossieres secretos habían sido autenticados por numerosos especialistas, y confirmaban de manera incontrovertible lo que los historiadores llevaban mucho tiempo sospechando, que entre los Grandes Maestres del Priorato estaban algunos de los personajes más cultivados de la historia como Leonardo da Vinci, Botticelli, Isaac Newton, Víctor Hugo y, más recientemente, Jean Cocteau, el famoso y polifacético escritor parisino. La flor de lis, combinada con las iniciales P. S., es la divisa oficial, el escudo de armas, el emblema de esta hermandad. Se llaman a sí mismos Priorato de Sión. Tienen su sede en Francia y atraen a influyentes miembros de toda Europa. De hecho, son una de las sociedades secretas activas más antiguas del mundo. Leonardo da Vinci presidió el Priorato entre 1510 y 1519 en calidad de Gran Maestre de la hermandad.
Los priores comparten como vínculo fraternal histórico, su fascinación por la iconografía de María Magdalena, a quién llaman la diosa, las deidades femeninas, el paganismo, y su desprecio por la Iglesia. La creencia en la divinidad femenina está muy bien documentada a lo largo de la historia del Priorato. Es más que un culto. Son conocidos por ser los guardianes de un antiguo secreto, que los hizo inmensamente poderosos.
Los caballeros TemplariosEran guerreros. Una sociedad religioso-militar. Sus iglesias y sus bancos eran sus plazas fuertes. Los templarios inventaron el concepto de banca moderna. Para la nobleza europea, viajar con oro era peligroso, por lo que los caballeros de la orden les permitían depositarlo en la iglesia del Temple más cercana y retirarlo en cualquier otra, en cualquier punto de Europa. Lo único que necesitaban era acreditarse mediante la documentación correcta, y pagar una comisión. Fueron los primeros cajeros automáticos. Se cree que su misión era proteger Tierra Santa. Eso es un error frecuente. La idea de la protección de los peregrinos era el disfraz bajo el que los templarios llevaban a cabo su misión. Su verdadero objetivo en Tierra Santa era rescatar los documentos enterrados debajo de las ruinas del templo. Para poder rescatarlos, el Priorato de Sión creó un brazo armado, un grupo de nueve caballeros llamado la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo y del templo de Salomón. Más conocidos como los Caballeros Templarios. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero en lo que todos los estudiosos coinciden es en que sí encontraron algo enterrado en las ruinas… algo que les hizo ricos y poderosos más allá de lo imaginable. Los caballeros informaron al rey que necesitaban de algún lugar donde guarecerse y le pidieron permiso para instalarse en los establos que había bajo las ruinas del templo. El rey Balduino lo concedió, y los caballeros ocuparon como residencia aquel devastado lugar de culto.
El Sancta sanctórum
Se creía que los documentos que buscaba el Priorato estaban enterrados en aquellas ruinas, bajo el Sancta sanctórum o cámara sagrada. Durante casi una década, los nueve caballeros vivieron en aquellas ruinas, excavando en secreto entre los escombros. Al fin habían encontrado lo que estaban buscando. Sacaron el tesoro del templo y regresaron a Europa, donde su influencia pareció acrecentarse de la noche a la mañana. El papa Inocencio II dictó una insólita bula papal por la que se concedía a los caballeros un poder ilimitado y se los declaraba «una ley en sí mismos», un ejército autónomo, independiente de cualquier interferencia de reyes o clérigos, de cualquier forma, de poder político o religioso.
Con su recién adquirida carta blanca otorgada por el Vaticano, los templarios se expandieron a una velocidad de vértigo, tanto en número como en peso político, acumulando la propiedad de vastas extensiones de tierra en más de doce países. Empezaron a conceder créditos a casas reales arruinadas y a cobrar intereses, estableciendo de ese modo el precedente de la banca moderna e incrementando aún más su riqueza y su influencia.
++nnDnn++
Saludos fraternal existe la posibilidad de enviarme este artículo cumpleto. Gracias
muy, muy interesante relato historico. gracias.
Excelente me encantó
sin comentarios, es algo que algunos ya estabamos enterados. saludos.
El secreto está guardado frente a los ojos de aquel que quiera buscarlo, para que sea más difícil encontrarlo. «El que tenga ojos que mire. Y aquel que tenga oidos..»
Facisnante historia de sumo interes
G R A C I AS… ETERNAS