MARÍA MAGDALENA – APÓSTOL DE APÓSTOLES (4° PARTE)
Sabemos que María Magdalena, Apóstol de Apóstoles, es el personaje más importante de los Evangelios después del Maestro Jesús, tanto de los oficiales sinópticos como de los evangelios apócrifos.
En efecto, además del célebre Evangelio de María Magdalena (del que nos ocuparemos en próximas entradas) en otros evangelios apócrifos de importancia (no todos tienen el mismo nivel de credibilidad) también aparece María Magdalena como el discípulo más cercano, el más querido por Jesucristo; lo que la llevo a tener que abandonar el grupo de apóstoles debido a las envidias y suspicacias de sus hermanos crísticos, principalmente de Simón.
Curiosamente, la Iglesia romana ha mantenido una posición hipócrita y falsaria en cuanto a la mujer más importante para el Maestro de Galilea. Por un lado, la menospreció y apartó del culto, de la veneración que todos los seguidores de Jesús la tenían en vida del Maestro. Y después, cuando ella tuvo que huir de Judea a Francia para salvar la vida, se la fue olvidando entre las mitras oficiales; no así entre el naciente pueblo cristiano que siempre la manifestó su amor y veneración.
De hecho, la Iglesia se inventó el cuento de que era una prostituta (creencia que aún se mantiene en la actualidad) simplemente para menospreciar su figura, su importancia en el cristianismo primitivo y, sobre todo, para ocultar que el propio Jesús la eligió como su principal apóstol, seguidor y uno de los cuatro depositarios del Secreto Mesiánico. Pero, por otro lado, la misma Iglesia, la ha tenido siempre como la Apóstol de los apóstoles (Iglesia romana) y como el Primero de los Apóstoles (Iglesia oriental)
Es decir, mientras que al Pueblo le explicaba que era una mujer pública (prostituta) de la que Jesús había sacado siete demonios y la había perdonado su anterior vida disoluta (en esta tesis se mezclan varias cosas y varios personajes) En el propio seno eclesial se la mantuvo el nivel que se merecía, la primera de los Apóstoles. Claro que, reconocer pública y de forma general este hecho, este título, ponía en solfa la importancia del mismísimo Pedro, el considerado (erróneamente) primer Papa de la Iglesia católica.
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